El club de los poetas muertos
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Mensaje  Kaoru Himura-Takarai Dom 08 Jun 2008, 11:39

Dejo aquí una primera parte de esta historia, espero que alguien la lea y me dé su opinión ^^ Si os gusta subiré más.



EMBRYO

Algo estaba empezando a cobrar vida al otro lado de las montañas, la sombra de un poder tan terrible como magnífico. Tan sólo las personas con cierta sensibilidad mágica podían percibirlo, pero todo el mundo, mago o no, tenía extraños sentimientos hacia aquel lugar.

Maitreya vivía en un hostal en la pequeña aldea de Myaku, adonde se había tenido que desplazar para asistir a la única escuela de magia en muchas millas a la redonda. Sus padres y hermanos vivían en una casa preciosa en la ciudad de Kasumi, pero la visitaban con frecuencia.
Desde niña, Maitreya había demostrado que no era una humana corriente, y enseguida comenzaron a producirse pequeños accidentes que llevaron a sus padres a preguntarse si su hija era una bruja. De hecho, lo era. Y ella misma había decidido aprender a controlar sus poderes para no tener más accidentes de aquel tipo y para ayudar con ellos a los demás.
El hostal era pequeño y sus propietarios, casi ancianos. Tenían un hijo de veinte años que de vez en cuando les ayudaba en el trabajo, aunque no tenía demasiado tiempo porque él también estudiaba magia.
Había solamente cinco habitaciones para huéspedes, dos de ellas vacías. En las otras dos había dos chicas que eran también sus compañeras de clase.
Una de ellas se llamaba Tomoe, tenía una melena larguísima y los ojos azules. Su familia también vivía en Kasumi y los echaba de menos... aunque probablemente ellos la necesitaran más, ya que eran todos hombres y les costaba un poco más cuidar de sí mismos.
La otra era Kaoru, una muchacha de melena castaña y tez muy blanca, cuya única familia cercana eran sus dos hermanos mayores. Uno de ellos vivía en su aldea natal, no muy lejos de Kasumi, y el otro viajaba constantemente.
- ¿Por qué tenemos que estudiar esto, si no nos sirve de nada? - se lamentaba Tomoe aquella mañana, mientras las tres hacían los deberes en la planta baja del hostal - Yo qué sé cuáles son las propiedades del lazo del diablo -.-
- Ésa es la que te atrapa, ¿no? - preguntó Kaoru, hojeando su libro de “Plantas mágicas y medicinales”.
- Esto es un aburrimiento u.u Yo lo que quiero es pasar a la acción - dijo Tomoe.
- Sí, llevamos meses estudiando estas tonterías, pero de magia no hemos dado nada -.- Yo quiero aprender a usarla - dijo Mai-chan.
- Pero no se puede usar sin conocer sus bases - interrumpió Kaoru.
- Bah, bah, no me digas que a ti te gusta estudiar estas cosas - dijo Maitreya.
- No, pero no nos queda otra opción.
- Lo que pasa es que a ti te da miedo pasar a la acción - le espetó Tomoe.
- No es eso.
- Ya
En aquel momento llegó el hijo de los dueños del hostal. Se llamaba Ruki, tenía el pelo rubio y era muy guapo. Él ya llevaba unos cuantos años aprendiendo magia y sabía realizar conjuros bastante interesantes. Las chicas le pedían a menudo que les enseñara, sobre todo Maitreya, que era la que más ganas tenía de estar cerca de él, pero raramente eran capaces de hacer una mínima parte de lo que él lograba.
- Hola, chicas - dijo él, dejando sobre una mesa su bolso.
- ¿De dónde vienes a estas horas? - quiso saber Tomoe.
- Hoy he tenido trabajo - respondió él.
- ¿Qué trabajo?
- He tenido que ser chofer por una tarde - comentó él -. Cien dells por eso.
- ¡¿Cien?! - exclamaron las tres a la vez.
- Sí - él sonrió -. Pronto tendré la cantidad suficiente para irme a Saku.
Las tres lo miraban con cara de “Llévame contigo”, y él sonrió más todavía.
- Os traeré un souvenir - dijo.
- Muy gracioso -.- - respondió Maitreya - ¿Y qué nos vas a traer, un unicornio?
- A ti te traeré cualquier cosa que me pidas - Ruki la miró a los ojos un instante, y después recogió sus cosas y se fue hacia la puerta -. Nos vemos a la hora de la cena.
Tras unos momentos, oyeron cómo se cerraba la puerta de la habitación del chico, y las tres se miraron.
- ¿A qué ha venido eso? O///O - preguntó Mai-chan, colorada.
- Estaba ligando contigo abiertamente - repuso Tomoe.

No sabían que la tranquilidad iba a durar poco tiempo. Estaban pasando cosas que su especie desconocía y pronto deberían hacerles frente.
Todas las noches cenaban a las nueve en el comedor, donde en algunas ocasiones había algún huésped que ocupaba una de las habitaciones vacías. Otras noches, algunos de los vecinos se reunían allí para charlar, beber y jugar a las cartas, como si se tratase de una taberna.
Aquella noche había bastante gente. Un grupo de viajeros habían llegado desde el otro lado de las montañas, y, a pesar de que la gente del pueblo se mostraba escéptica con ellos debido a su lugar de procedencia, en el hostal no les podían negar un lecho y una cena.
- No sé por qué los miran todos tan mal, no tienen aspecto de saber lo que está pasando allí - comentó Maitreya.
- Pero vienen de allí, ¿no? - intervino Kaoru.
- Algo tienen que haber visto - agregó Tomoe, mientras cenaban.
- Puede que no - opinó Ruki, mirando de reojo a los desconocidos. Maitreya no había olvidado lo de antes y lo observaba con nerviosismo -. Todo lo que se siente es un poder muy fuerte, pero es sólo eso, poder.
- Pero allí tiene que ser increíble, si nosotros lo notamos desde aquí - dijo Kaoru.
- Parecéis muy interesados en los extranjeros - comentó la madre de Ruki, sentándose junto a ellos -. Dicen que aquellas tierras se han vuelto inhabitables, que ya no queda nadie por los alrededores.
- Pero, ¿qué está sucediendo, exactamente? - preguntó Ruki, con curiosidad.
- No lo saben, o dicen no saberlo. Se marcharon porque había una enorme energía negativa en el lugar que no les dejaba vivir.
- Suena extraño - dijo uno de los extranjeros, que se había vuelto hacia ellos al escuchar parte de la conversación -, pero lo entenderíais si hubieseis estado allí. Era un sentimiento tan oscuro que se adueñaba de nuestro sueño, de nuestro trabajo, de nuestros pensamientos.
- ¿Y nadie ha investigado a qué se debe, de dónde viene...? - preguntó Tomoe.
El hombre negó.
- Demasiado miedo - explicó, en un susurro.
En aquel instante, las puertas del hostal se abrieron de par en par. La propietaria se levantó para ir a atender a quien debería ser un cliente, pero ni siquiera tuvo tiempo de aproximarse. Quien acababa de entrar era un hombre corpulento y de gran estatura. Los seguían varios policías.
Dirigiéndose a la madre de Ruki, uno de los hombres dijo:
- Sentimos mucho la intrusión, pero debemos inspeccionar el hostal.
- ¿Inspeccionarlo? ¿Por qué razón?
- Hay un... criminal suelto al que estamos buscando.
Los hombres ya revisaban cada rincón y examinaban a cada una de las personas que estaban dentro del comedor.
- Id al piso de arriba - les dijo el hombre a sus inferiores.
- Un momento, no pueden hacer esto sin una orden - Ruki se había levantado.
- No ha habido tiempo de dar ninguna orden por escrito, pero esto es completamente necesario. El criminal al que buscamos podría matar a todos los aquí presentes en cuestión de minutos.
Ruki aún pensaba replicar, pero entonces sonó un fortísimo estruendo procedente del exterior. Todo e edificio pareció sacudirse por un frenético segundo, y después todo lo que se vio a través de las ventanas fueron fuertes llamaradas.
- ¡¿Qué está pasando?! - exclamó Ruki.
Todo el mundo se asomó a ver qué sucedía. Sólo se veía fuego, por todas partes, pegándose a las paredes y tiñéndolas lentamente.
- ¡¿Quiénes son ustedes?! - exclamó, agarrando al hombre corpulento por la chaqueta - ¡¿Qué han hecho?!
Su madre empezaba a sollozar, viendo que su casa estaba a punto de desaparecer.
Las tres chicas intentaban conjurar algún hechizo útil, pero no habían aprendido nada que les sirviera para una situación así.
Un pilar de la casa se vino abajo, y un montón de escombros cayeron sobre sus cabezas.
Lo siguiente que vio Maitreya, cuando recuperó el sentido, fue el cielo nocturno levemente rojizo. Se levantó; el fuego la tenía rodeada y no le dejaba ninguna salida. Miró alrededor, desesperada, y siguió tratando de conjurar agua, pero no podía. ¿Iba a morir así? Ni siquiera sabía qué estaba ocurriendo. El fuego la fatigaba y el sudor la empapaba. Trató de pensar con claridad, pero cada vez se sentía más cerca de la muerte. Se arrancó malamente un jirón de la falda que llevaba y trató de apartar un poco el fuego, lo necesario para abrirse paso entre las llamas hasta un lugar más frío. Sólo necesitaba un poco de frío.
Avanzaba despacio, y estaba tan mareada que sabía que se iba a desmayar en cualquier momento. Caminó un poco más casi a ciegas, sin acostumbrarse a aquella luz, y de pronto se encontró en un hueco vacío. Anduvo hasta alejarse unos metros más de las lapas y finalmente se dejó caer de rodillas sobre la hierba. Jadeaba. Cuando levantó la vista, preguntándose qué debía de haber pasado con sus amigos, vio, delante de ella, una imagen que la horrorizó. Había una sombra, probablemente un chico, pero sus ojos no tenían nada de humanos. Eran completamente blancos, y descargaban una terrible ira y un inmenso dolor. Casi pudo sentirlos en sus carnes. Maitreya intentó retroceder, pero estaba demasiado asustada para moverse. Quería gritar, pero no le salía la voz. Estaba helada. Él levantó el dedo índice y lo apoyó delante de sus labios; después desapareció.
- ¡Mai-chan!
Alguien la agarró del brazo y la obligó a levantarse, y, cuando la chica pudo salir de su ensimismamiento, vio a un sudoroso Ruki.
- ¿Estás bien? - le preguntó el chico.
No, no estaba nada bien, pero asintió lentamente. Sin embargo, se le caían algunas lágrimas de pavor.
- Cierra los ojos - dijo Ruki.
Ella obedeció, y él pronunció una palabra en voz baja. Instantáneamente, Maitreya se sintió mejor, como si de repente se hubiese levantado una brisa agradable. Sabía que Ruki podía hacer mucho más, pero debía de estar demasiado agotado como para usar más poder. Volvió a abrir los ojos y lo miró.
- ¿Dónde están los demás? - le preguntó, todavía temblando como una vara.
- No lo sé. Pero... toda la aldea está ardiendo - dijo -. Hay algunos intentando apagar el fuego, pero es demasiado y ha aparecido todo de repente, y la magia parece que no funciona...
- Pero tenemos que hacer algo.
Él miró un instante hacia la aldea, intentando encontrar una forma de llegar a ella.
- Tú, aléjate de aquí - le dijo a Maitreya -. Busca ayuda. Yo voy a intentar ayudar y rescatar a mi madre.
Ella asintió.
- Ten cuidado - le dijo, preocupada.
- Estaré bien.
Había un pueblecito pequeño no muy lejos, al bajar la colina, y debía avisarlos o ellos también arderían. Salió corriendo camino abajo, casi sin sentir nada, pues su cuerpo estaba tan cansado que no podía notar nada más.
A medida que se alejaba, lo recordaba todo con más claridad. Toda la aldea estaba en llamas, mucha gente podía haber muerto y otros estarían luchando por salvar lo poco que les quedaba. Tenía que darse prisa.

Aquella noche se extinguió el incendio, todos se movilizaron para ayudar a los supervivientes y, a pesar de que el pueblo estaba completamente calcinado, hubo vidas que se salvaron. Estaban todos heridos, así que se los llevaron al pueblo vecino para curarlos.
Maitreya buscó entre la multitud a sus amigos. Ruki tenía quemaduras en los brazos, pero no era nada grave. Sin embargo, su madre se había consumido con el hostal. Su padre había partido de viaje el día anterior y no regresaría hasta dentro de unos días. Se iba a llevar una buena sorpresa.
Tomoe y Kaoru también habían salido con suerte del incendio; apenas tenían quemaduras.
- Hemos llamado a vuestras familias y vendrán a buscaros enseguida - les dijo a las chicas la mujer que regentaba la posada donde las habían acogido.
- Pero no podemos irnos - dijo Maitreya.
- Aquí ya no queda nada - les sonrió la mujer -. No creo que nadie se moleste en reconstruir Myaku y, aunque lo hicieran, les llevaría años. Y vuestro maestro está muy grave.
Las tres estaban cabizbajas. Era como si aquello no hubiese ocurrido de verdad.
- Ayer a estas horas estábamos en el hostal, haciendo los deberes - suspiró Kaoru -, y ahora...
Maitreya recordó aquel rostro infernal que tanto la había asustado. La recorrió un escalofrío.
- Esta noche estaréis en casa, con vuestras familias, y os sentiréis mejor.
Al cabo de un rato, fueron a ver a Ruki, que estaba sentado en el jardín. Tenían que despedirse de él y también apoyarlo, ya que estaba pasando por un mal momento.
Las vio llegar, pero no se levantó.
- Hola - le dijeron.
- Hola. Me han dicho que os van a venir a buscar.
- Sí... - respondió Kaoru.
- ¿Qué vas a hacer tú? - le preguntó Tomoe.
- Mi padre llegará dentro de dos días - explicó él -. Alguien tiene que recibirlo.
- ¿Cómo estás? - preguntó Kaoru, sentándose junto al chico.
- ¿Cómo estarías tú? - ella sonrió un instante - Perdona - dijo Ruki, dándose cuenta de que los padres de ella estaban muertos.
- No te preocupes.
- Aunque nos vayamos, vamos a seguir siendo tus amigas, y puedes contar con nosotras siempre - dijo Maitreya, sentándose también.
- Lo sé. Y os iré a visitar de camino a Saku - añadió.
- ¿Sigues planeando ir? - le preguntó Tomoe.
- Claro. Cuando consiga dinero, porque no ha quedado nada...
- Yo también quiero ir T.T - dijo Tomoe.
- Ahorrad y nos iremos todos juntos - sugirió él -. Ahora que ya no vamos a seguir yendo a clase...
- Es cierto - suspiró Mai-chan.
Pasaron el resto de la tarde con él, animándolo y haciendo proyectos de futuro. Después, cada una se fue por su lado.

Y así transcurrió medio año, sin que volviesen a ver a Ruki. Les mandaba cartas de vez en cuando, contándoles cómo le iban las cosas, pero no podía permitirse ir a visitarlas. Estaba trabajando para pagar el alquiler del pequeño apartamento donde estaban viviendo su padre y él, y el dinero no le alcanzaba para mucho más. Maitreya había hablado con sus amigas de ir a hacerle una visita, y tenían planeado darle una sorpresa.

Tomoe, que vivía con su padre y con sus hermanos, había decidido no abandonar la magia. Era un don que pocos poseían y algo que la hacía especial, y tenía ganas de aprender a dominar sus poderes. Muchas veces incendiaba algo sin querer, y estaba harta de que todos se le echaran encima cuando esas cosas pasaban. Pero ella sola no conseguía avanzar mucho.
Tenía unos nuevos vecinos, unos señores que tenían un hijo de su edad. Pese a que nunca había manifestado capacidades fuera de lo común, Yomi, que así se llamaba, estaba ansioso por aprender magia e iba todos los días a su casa a pedirle a la chica que le enseñara.
Una mañana, cuando estaban haciendo una poción (una de las pocas materias en las que conseguían progresar), ocurrió algo extraño. Yomi fue a la alacena a coger una jarra y, al tocarla, ésta se deshizo en su mano y la arcilla de la que estaba hecha quedó desparramada por todas partes.
- ¡¿Qué ha pasado?! O.O - exclamó el chico.
- ¿Qué te has cargado? -.- - inquirió Tomoe.
- ¡Yo no he sido! La jarra se ha deshecho sola O.O
- Ya, ¿esperas que me lo crea? -.- ¿Cuántas cosas has roto ya?
- Lo digo en serio, yo no he sido.
Ella no le hizo caso hasta que vio que lo que había en el suelo no eran fragmentos de un objeto roto, sino que la jarra parecía haberse fundido como la cera, y ése era el aspecto que presentaba, pero con la dureza y brillo de siempre.
- ¡Eh! ¿Cómo lo has hecho?
- Te digo que no lo sé, yo no he hecho nada - repuso Yomi.
- Qué raro, esto no parece magia - comentó ella.
- ¿Y qué va a ser, sino? Está claro que he hecho magia; ¿lo ves como sí que soy un mago? *O*
Ella no respondió, pero estaba segura de que Yomi no tenía poderes de aquel tipo. Reconocía la magia cuando la veía, y aquello era diferente y desconocido.

Kaoru Himura-Takarai
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